Hace demasiado que no escribo con regularidad, y me he propuesto cambiar eso… y no se me ocurre mejor forma que contaros como fue el concierto que ayer dio ese poeta que es Ismael Serrano en Rivas (Madrid).
Debo decir que ha sido un fin de semana bien completo de trabajo, de fiesta, de rosas, besos y cerveza y no podía tener mejor final que ir a ver a Serrano en la gira presentación de su último disco.
El escenario donde todo se enmarcaba era una imaginaria ciudad costera donde cada uno de los cuatro miembros de la banda y amigos que allí estuvieron tocando para nosotros tenían un cometido y sus propias historias que contarnos y con las que dejarnos boquiabiertos.
Todos ellos iban vestidos de marineros (y no, no lo digo en broma) con una pequeña farola que daba luz, y que se me hacía muy cercano a Narnia y no lo descarto ya que Serrano también es friky, con cajas que jamás sabremos que llevaban dentro y con redes de pesca en los instrumentos como si estuvieran recién cogidos de la mar.
El concierto empezó con una de las canciones de su último disco, sueños de un hombre despierto, para acto seguido hacer las presentaciones de sus compañeros (Fredi Marugán a la guitarra, Jacob Sureda a los teclados y Javier Bergia en la percusión) y dar las gracias a “los familiares y amigos” que habían ido hasta allí para escucharlos.
Durante las casi tres horas en que allí estuvimos dejándonos llevar por la magia de la poesía, fueron apareciendo canciones nuevas junto con viejas amigas como las indispensables “Papá, cuéntame otra vez” y mi adorada “La extraña Pareja” o “Caperucita” (canción que, por motivos que no vienen al caso, a mis amigos siempre les recuerda a quien os escribe).
Fueron unos minutos (que se conviertieron en horas) amenos y divertidos, donde los momentos de melancolía iban dados de la mano con las sonrisas del público.
Hubo situaciones geniales como el momento en que el batería hizo una pequeña imitación al siempre genial Gila y cantó una canción de su nuevo disco junto a Ismael.
Y el momento en que Serrano leyó un poema de su padre, que en una isla naufragó y maldijo su suerte, blasfemó contra Dios y lamentó su suerte abandonado en medio de la nada, hasta que sus ojos vieron el amanecer, hasta que comenzó a escribir versos en la arena que la marea se llevaría, hasta que vió como cada árbol era la vida… y fue en ese momento que apagó las antorchas cuando un barco se acercó a la isla (y por suerte pasó de largo).
Cuando salimos del concierto ya era de noche, una noche sin estrellas y con lluvia, con algunas luces en el horizonte y una cierta melancolía flotaba en el aire… y quizá con todo ello haya escrito una nueva canción.
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