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Tendría yo 13 años cuando los superhéroes entraron en mi vida. Todos aquellos personajes con coloridos trajes y espectaculares peleas. Pero luciendo el mismo logo que estos me topé con un personaje vestido apenas con un taparrabos y blandiendo una gran espada. Mi primera toma de contacto fue decepcionante. ¿Dónde estaba Nueva York? ¿Por qué nunca salía ningún personaje de las otras revistas?
Unos años después me aficioné a Conan, a su Espada Salvaje y a aquellas novelas del personaje. Pero había tantos tebeos y tan poco dinero para ellos, que acabo cayendo de mi lista de la compra, en parte quizás porque no tenia nada que ver con lo demás que compraba.
Pero llegaron los 90, y con ellos una reedición cronológica de toda la serie a color. Esta vez era la buena. O lo habría sido si la serie no se hubiera cancelado a la altura del 100 USA. Una pena, porque en esta ocasión si estaba siguiendo con gran interés la serie, sus excelentes artículos y las propuestas que se hacían desde ella, como el intento de un Conan hecho en España.
Si bien a un le perdieron los pijamas en su día y encima luego llego el manga, nunca ha olvidado sus orígenes “brugueriles” en esto de la lectura. Por eso siempre he tratado de reservar un poco de mi gasto para la obra patria, y la posibilidad de mezclar autores patrios con el Cimmerio me pareció de lo mas goloso. Lamentablemente, el proyecto no pudo prosperar.
Hace poco llego a mis manos el primer numero de la cuarta época de Sword, esta vez de la mano de Aleta Ediciones, y en ella me encontré para mi sorpresa con una magnifica muestra, firmada por Carlos Yañez, Benito Gallego y Jafar, de lo que pudo ser y no fue un Conan “made in Spain”. En fin, los que rechazaron la propuesta se lo perdieron. Y yo lo he disfrutado.
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