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Autor : Ursula K. Le Guin
Editorial : Booket
Colección : Literatura fantástica nºs 8002 y 8003
Año : 2005
Historias de Terramar I
Nº de páginas : 379
Precio : 8,50 €
Título original : A Wizard of Earthsea
Año de publicación original : 1968
Traductor : Matilde Horne
Título original : The Tombs of Atuan
Año de publicación original : 1970
Traductor : Matilde Horne
Historias de Terramar II
Nº de páginas : 475
Precio : 8,50 €
Título original : The Farthest Shore
Año de publicación original : 1972
Traductor : Matilde Horne
Título original : Tehanu
Año de publicación original : 1990
Traductor : Teresa Gottlieb
A mediados de los años sesenta la fantasía heroica experimentó un boom a raíz de la publicación en EE.UU. de la edición en rústica de El Señor de los Anillos, con la conocida “batalla” entre la edición pirata de Ace Books y la legal impresa meses después. Boom que sirvió, entre otras cosas, para que Lin Carter editase la colección Addult Fantasy, que desde 1967 publicó con inusitado éxito todo tipo de obras de autores anteriores a Tolkien como Lord Dunsany, E. R. Eddison, James Branch Campbell, George Mac Donnald o William Morris, y otros coetáneos como Peter Beagle o Poul Anderson. Paralelamente a este resurgimiento, que irrumpió con fuerza entre un público decantado hacia la ciencia ficción, surgieron una serie de novelas calificadas como juveniles que, en apariencia, seguían el mismo curso. Entre las que fueron publicadas como tal es necesario destacar dos.
Un año antes de que apareciese la reedición de El Señor de los Anillos, Lloyd Alexander inició con El libro de los tres sus Crónicas de Prydain, trivializadas dos décadas después por la factoría Disney en Taron y el caldero mágico. Y tres años más tarde, Ursula K. Le Guin escribió Un mago de Terramar, la novela que abre el ciclo de Terramar. Ambas nacieron bajo la vitola del mencionado calificativo juvenil, etiqueta que espanta y molesta a muchos lectores de fantasía, como si fuese un demérito, sin importar que ambas constituyen fábulas morales con un protagonista adolescente dueño de un potencial inagotable y un futuro prometedor; carne de cañón para la identificación más asequible de jóvenes a la búsqueda de modelos vitales con los que simpatizar.
Sin embargo, a diferencia de otras novelas anteriores y posteriores en las que la identificación se consigue a base de darle al sujeto paciente todo lo que quiere, sin alejarse ni un centímetro del esquema rito de paso-poder-satisfacción bélico/amorosa-orgásmico clímax final, Alexander y Le Guin supieron tejer un entramado alejado del masturbatorio arquetipo que Spinrad sagazmente describió como El emperador de todas las cosas. Se alejaron, en mayor o menor medida, de las grandes gestas para elaborar una intensa búsqueda de la propia identidad, un objetivo que atenaza fundamentalmente durante la adolescencia, y construyeron unas historias al borde del costumbrismo en las que el desarrollo de los personajes, las conversaciones o la interacción con el entorno social y natural arrebataban todo el protagonismo a la épica, las gestas y la victoria física sobre el adversario. Un material indicado para jóvenes inquietos deseando abrirse a nuevas formas de enfocar la realidad pero también para lectores curtidos a la busca de una novela de aventuras con algo más que acción. Además, sobre todo en el caso de Le Guin, se llevó a los personajes más lejos de lo que ningún otro autor de fantasía había concebido hasta el momento, escapando de cualquier previsión inicial y convirtiéndoles en intachables guías por diferentes etapas de su vida.
Porque si las historias que la escritora californiana ha situado en su mundo mágico, repleto de hechizos, poder y dragones, se han caracterizado por algo ha sido por conducirnos por un completo bagaje vital que abarca desde la adolescencia hasta la senectud. Muy especialmente a través de uno de los personajes por antonomasia de la fantasía moderna: Ged; la piedra angular de Terramar, un joven con un evidente potencial para la magia llamado a convertirse en Archimago de las Islas.
En el primero libro, Un mago de Terramar, asistimos a su crecimiento externo e interno, primero bajo la tutela de Ogión, un mago retirado que descubre sus cualidades, y posteriormente en la Escuela de Roke, lugar al que acuden los jóvenes con aptitud para aprender las artes de la magia. Durante su aprendizaje, en el que descubrirá la importancia del Equilibrio, el ímpetu y la ambición le jugarán una mala pasada, liberando una tenebrosa némesis que le perseguirá el resto de la novela. Mientras huye, atravesará diversos territorios de Terramar, conocerá a sus semejantes, convivirá con ellos, les ayudará en la medida de sus posibilidades… y descubrirá facetas impensadas de sí mismo que le servirán para tomar conciencia de quién es él y quién su oscuro y esquivo enemigo.
Dos años más tarde Le Guin publicó Las tumbas de Atuán, y consiguió romper con cualquier concepción previa que sus lectores pudiesen haber hecho (como veremos, la tónica de estos libros). Si tras las vicisitudes atravesadas por Ged se podría esperar una lucha contra un enemigo “superior”, optó por relatar de nuevo una iniciación. Pero no la de Ged, que ahora toma el papel de guía, sino la de Arha, una niña destinada a ser suma sacerdotisa de una sociedad severa, controlada por una casta sacerdotal que condiciona su visión del mundo. Una historia intensa con una fuerte componente teatral: pocos personajes, gran importancia de los diálogos, contados escenarios interiores,…
Otro par de años después, el ciclo pareció cerrase con La costa más lejana, una sólida mezcla de los libros anteriores: aúna el viaje por nuevos territorios y costumbres visto en Un mago de Terramar con el aprendizaje de una nueva figura adolescente, Arren, un príncipe llamado a ser algo más que un comparsa. Aunque frente a las amenazas más “internas” que amenazaban en los libros anteriores, ahora la espada de Damocles tiene una dimensión universal: la magia está desapareciendo del mundo y los habitantes de los Confines han perdido el sentido de sus vidas; el Equilibrio está perturbado y es necesario encontrar la causa del quebranto para restaurarlo. El libro supone un paso adelante más en la cosmogonía urdida por Le Guin que, aun pecando de una cierta morosidad en su manera de desarrollar la historia, es plenamente consecuente con las reglas que gobiernan su creación. Calma, paciencia parsimonia y, ante todo, naturalidad.
Y cuando todos los lectores creían que las historias de Terramar habían muerto con el final de La costa más lejana, dieciocho años más tarde Le Guin dio otro giro insospechado; no sólo por volver a Terramar. Frente a los aprendizajes de “poder” que son el pan nuestro de cada día de estas historias y que, en diferente medida, habían impregnado los tres primeros libros de la serie, con Tehanu nos acerca a la vida diaria de alguien que lo ha sido todo y ya no lo es. Una vuelta al mundo cotidiano de Ged que debe afrontar el día a día de un granjero sin la posibilidad de recurrir ni al poder ni a la fama que le han mantenido alejado del “mundo real” durante casi toda su vida. Un libro muy especial que, a la vez que supone el paso más lógico de una serie que camina siempre por un sendero propio, requiere ser leído con unos ojos diferentes a como solemos leer este tipo de literatura.
Estas son las cuatro novelas que se recogen en los dos tomos de Historias de Terramar, la reciente reedición en formato de bolsillo realizada por Minotauro dentro de su colección de bolsillo. Una ocasión inmejorable para hacerse con cuatro historias de fantasía con una calidad literaria aquilatada, un contenido humano de primera magnitud y una visión del mundo a mitad de camino entre el naturalismo y el pensamiento zen. A ver si en breve se le pueda añadir un tercer tomo con los relatos de Cuentos de Terramar y la que es, hasta el momento, la última novela de Terramar: En el otro viento. Una notable vuelta de tuerca más a estas historias que han revolucionado la fantasía heroica hasta el punto de llevar a ella esquemas hasta entonces inesperados. Y sumamente necesarios.
Ignacio Illarregui Gárate
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